Ese pequeño ingenio de la cocina moderna apto para conservar principalmente alimentos en una atmósfera protectora. Todos los hemos usado alguna vez, por eso sabréis de lo que os voy a hablar... ¿Cuántas veces al, por ejemplo, guardar unas sobras no habéis encontrado un tuper del tamaño adecuado?¿Cuantas veces habéis intentado guardar algo relativamente sólido aun ante la evidencia de que no cabe?¿Por qué nos empeñamos en intentar cerrarlo? Y si es semilíquido, no digamos, te pones perdido, pero lo intentas.
Y todo esto, ¿porque? ¿Que tratamos de demostrarnos? Es que nadie se escapa de hacerlo alguna vez, forcejear para cerrar algo que no es físicamente cerrable... Yo creo que son como actos reflejos, pero no parte del código genético sino algo adquirido por algún proceso generalizado que no llegamos a entender y que afecta a todos los que tenemos acceso a un tuper. Superpoderes sociales, que hacen que necesitemos afianzar o demostrar algo en nosotros mismos en el intento de un imposible...no se.

Pero es que realmente todo esto va más allá, fijaros, si alguna situación como las ya descritas se produce con más de una persona implicada, lógico y normal es que el que intente cerrar, se vea increpado con “¿Que no ves que no se puede cerrar?” o similares, que no responden mas que a un gesto de desencanto de las persona o personas que no han tenido la oportunidad de no poder intentar cerrarlo. Porque tener por seguro que la próxima vez es posible que los implicados repitan o incluso que intercambien los papeles, pero seguirá repitiéndose la situación sin fallo, se puede decir que es perfectamente aplicable la propiedad conmutativa, es como una suma donde los números bailan... en el momento de guardar las sobras de la cena.
Foto robada de este bonito
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